Finalmente,
llegó otra vez a orillas del río Nairanjana. Como había ocurrido la mañana de
su iluminación, las ramas de los arboles se adornaban con el mágico brillo de
la luz solar. Allí comenzaría, por fin, su verdadera batalla para propagar la
Ley.
Las palabras de
Buda seguían fluyendo de sus labios, exhortándolos a elegir el camino del
medio, ni una extrema austeridad ni una vida dedicada exclusivamente a los
placeres sensuales… y abandonar los ritos sacrificiales.
Ananda,
pendiente de cada palabra que pronunciaba su amigo, empezó a preocuparse. Los
poderosos brahmanes no aceptarían sus enseñanzas. Tenía que proteger a su viejo
amigo, a Buda. Acaso comprendía las reacciones que suscitaría? Las
consecuencias de sus palabras? Los brahmanes lo perseguirían. Sin embargo, sus
alentadoras palabras merecían todas las batallas que pudiera provocar.
-Debéis seguir
vuestro propio camino, nadie puede proporcionaros todas las respuestas.-dijo Buda,
mirando a los asistentes con afecto y comprensión.-La vida es un perpetuo
descubrimiento. El universo esta en el interior de todos vosotros. Cada uno
crea la realidad y debe responsabilizarse de sus actos.
De pronto un
hombre se levanto y se dirigió hacia él, tratando de formular una pregunta,
pero no encontraba las palabras para expresarse.
-Ayúdame a
comprender, Buda.-balbuceó al fin.-Podrías describir?-
Con una radiante
sonrisa, Buda se agacho y tomo una flor. La contemplo en silencio y luego, con
un gesto más elocuente que cualquier palabra, sostuvo la flor para que el
hombre la observara, para que asimilara su belleza, para que intuyera…
A continuación
se volvió hacia la multitud y dijo:
-Debéis ser la
linterna que ilumine vuestro camino.-
Chandaka sonrió.
Ananda no podía
apartar los ojos de su amigo, hechizado por su presencia. “Mirad dentro de
vosotros mismos.” Que palabras extraordinarias! Y sin embargo, quizá tenía
razón. Los brahmanes pondrán el grito en el cielo, pensó Ananda sonriendo, pero
los vencerá con su fuerza y poder.
Anochecía. La
sombra de Buda se hacia cada vez mas alargada, extendiéndose a través del
parque, absorbiéndolo todo. Muy pronto su sombra se extendería por toda la
tierra. El anaranjado resplandor de sol iluminaba su silueta, de pie sobre el
promontorio, confiriéndole vida.
Tras sentar las
bases de esta nueva organización religiosa, Siddartha se marcho de Banaras y
viajo a Uruvilva, en la zona donde había logrado la iluminación; así, inicio lo
que seria una extensa gira de propagación. Al respecto, es importante notar que
no llevo consigo a la comunidad de sesenta seguidores que se había formado en
la ciudad de Banaras. En cambio, instruyo a sus discípulos a que viajasen
individualmente para predicar la ley en otros lugares, tal como el se proponía
hacer en Uruvilva. Según las crónicas de los sutras, aconsejo a los seguidores
que, habiendo todos logrado la iluminación suprema, cumpliesen su misión de
ponerse en marcha para transmitir a otros estas enseñanzas extraordinarias y enseñar
con su propio ejemplo la forma correcta de ponerlas en practica, inspirados en
el deseo de impartir paz y felicidad al mundo. No debían salir en parejas ni en
grupo, sino solos, tal como él haría, y comunicar las enseñanzas a la mayor
cantidad de personas posible.
Además, la
instrucción de Siddartha a sus discípulos de que partiesen individualmente, y
no en grupo o de a dos, indica cuanto confiaba el Buda en la autodisciplina, el
autocontrol y la libertad de acción de cada uno de sus seguidores. En la
práctica de su filosofía, el Buda siempre apuntaba a los elementos positivos y
activos, más que a la actitud pasiva. No quería que sus fieles fuesen simples
receptores de la ley, sino vibrantes comunicadores de las enseñanzas. Quería
que cada uno enseñara la ley a su propio modo, por iniciativa personal, de tal
manera que, en este proceso, más que transmitir un mensaje a otros, arribaran a
una fe y a un entendimiento mucho más profundos.